viernes, 26 de octubre de 2012

Until We Meet Again

En esta ocasión, deseo compartirles un modesto fic inspirado en Saint Seiya. Espero sea de su agrado. Escrito por Milo A.



Las estrellas relucían en la bóveda celeste que envolvía a Atenas. Parecía una noche corriente, silenciosa, en los alrededores de Santuario. Pero si se notaba bien, era muy distinta a las demás. Una vaga luz de antorchas se movía escalinatas abajo, lentas y distantes.


Al igual que la oración de un espino blanco
Bajo la solitaria luz de luna, me estremecí en soledad.

El sonido de numerosos pasos, amortiguados por el cuero de sandalias, era la orquesta que acompañaba las luces de las antorchas.  Delante de la procesión se encontraba la encarnación de Atenea en la tierra, Saori Kido. Llevando a Niké, La Victoria, en su diestra y el inmaculado vestido cubierto por un manto ceremonial. Uno similar al que cubría las cabezas de la pequeña comitiva de hombres detrás suyo.  El silencio sellando sus labios y la marcialidad con la que avanzaban a través de la casa Primera, dejaban ver lo trascendente de aquel momento.

Esa noche, los caídos en la batalla de las Doce Casas serían sepultados.


Ahora, florecen los pétalos, de la eterna primavera
sin embargo aún está muy lejos el día
en el que podamos volver a encontrarnos


Mü y Aioria sucedían a la joven deidad, quien tenía a Shaka a su izquierda, andando con sus ojos cerrados, como habitualmente. Aldebarán les seguía unos poco pasos atrás, con el rostro apesadumbrado, de la misma forma que el de sus compañeros. Unos pasos más atrás, casi uno o dos metros de distancia, se ubicaba el custodio de la Octava Casa.

De entre todos los ahí presentes, Milo sentía que sería el más responsable de la muerte de Camus, uno de los Santos de Oro que perdiera la vida a manos de su propio alumno.  Dentro de su mente seguían arremolinándose las mismas preguntas que le asaltaron desde el momento en que percibió el  cosmos del francés estallar con toda su fuerza para luego hundirse en la nada.

¿Por qué no ejecutó a Hyoga?
¿Por qué permitió a Camus tomar una decisión absurda y fuera de todo el contexto que el propio acuariano era?


El eco de una melodía ha parado mi corazón
tus dulces sonidos resuenan en la distancia
así que buenas noches…  juguemos en un sueño plateado.


Era el tercer día dentro de lo que marcaban los que se requerían para el ritual antiguo de los funerales griegos. La procesión se detuvo justo ante el sitio donde ya se encontraban las urnas de mármol que contenían los cuerpos de los santos de oro vencidos. Con el de Saga al centro, a su derecha el de Shura, cuya urna, al igual que la de DeathMask, al extremo diestro, permanecían vacías, por la forma en que murieron a manos de los guerreros de bronce. La urna de Camus se hallaba a la izquierda con la de Afrodita al final.

Como dictaba la ley, un grupo de doncellas había hecho la labor de asear y preparar los cuerpos de los santos de oro, a excepción del de Camus. Milo había sido inflexible: nadie más volvería a tocar a aquel Ganímedes ni siquiera para las labores más ceremoniales. Y aunque el resto de sus compañeros se había opuesto con vehemencia a ello e intentaron disuadirlo, fue el propio heleno quien se hizo cargo de preparar a quien en vida fuera el Señor de los Hielos para ir a su última morada Lavó sus heridas, cepilló sus cabellos y lo bañó en bálsamos perfumados, vistiéndolo con la mejor de sus túnicas. Lo había colocado luego en su urna, la cual fue llevada por Aldebarán al sitio que ocuparía en el cementerio de Santuario, donde todos los héroes que morían por la causa de Atenea, tenían su eterno descanso. En todo el proceso, había pedido la más estricta de las soledades.

Sin embargo aún está muy lejos el día
en el que podamos volver a encontrarnos

Su mente permaneció perdida en los últimos instantes en los que le vio con vida y pudo cruzar con el unas pocas palabras. Lo vio cruzar por su templo, con el rostro tratando de mantener su faceta fría, pero sus ojos enrojecidos lo delataban.


**Flashback**

-… Al final no has podido matarle. -
-… Sabías que no lo haría, Milo. -

Sonrió brevemente ante las palabras del francés, que permanecía en silencio, sin dirigir sus ojos hacia el custodio del Templo del Escorpión.

-… Lo prefiero así… No es capaz de arrancar el sentimentalismo por su madre y eso le impide llegar al Séptimo Sentido.-
- .. Suponiendo que pueda salir de ese ataúd de hielo perpetuo, no será capaz de traspasar mis dominios. -

Camus guardó silencio unos minutos. Sabía que al igual que el, milo podía sentir el cosmos de los santos de bronce. Ya habían avanzado hacia Cáncer.

-… Milo. Quiero pedirte un favor. Como guerrero y compañero de armas. -

El mencionado alzó una ceja, con los brazos cruzados, apoyado contra uno de los pilares.

- Tú dirás.-
- Si por alguna razón Hyoga consigue llegar hasta aquí…-
- Por Atenea, Camus, no seas ridículo. Sinceramente ¿Crees que superen a Shaka?-

La mirada del santo de Acuario bastó para que Milo cerrara la boca.

- … Si llega hasta tu recinto… No le mates. Ya me ocuparé de él personalmente.-

Milo meneó negativamente la cabeza y suspiró.

- No comprendo que pretendes probar con esto que me pides, Camus. Respetaré tu petición y permitiré que viva. Pero no pienses que simplemente chocaré manos con él como si fuera un camarada y le haga una caravana para que avance. No luchamos del mismo lado y lo sabes… Le aguijonearé sin miramientos si no se muestra digno de traspasar mi templo.-

Camus asintió en silencio y siguió su camino. El vuelo de su capa al andar, fue la última imagen que tuvo de aquel santo, con vida.

**Fin de Flashback**




Ahora, las flores en pleno florecimiento
retozan en un sueño
 
Mü dirigió un pequeño discurso para erigir de honor a los guerreros caídos en batalla. A pesar de que la situación le era tan dolorosa como al resto de sus compañeros sobrevivientes su voz fue serena y elocuente. Atenea personificada en el cuerpo de Saori, cerró sus ojos al escuchar enunciar cada uno de los nombres de aquellos que murieron al luchar contra Seiya y sus compañeros.

Milo permaneció en silencio, varios pasos detrás de la procesión, buscando desesperadamente no volver a traer a su cabeza la terrible imagen de Hyoga tendido sobre el piso, siendo traído de vuelta a la vida por su señora y el cadáver de Camus unos pasos mas allá. ¿Acaso era la penitencia que Atenea les imponía a los caballeros de oro por su decisión de luchar del lado incorrecto?  Tal dolor era tan profundo que, desde que pasó aquel día, sus ojos perdieron ese brillo de ferocidad que le reconocían y sus labios se habían sellado para no abrirse más, salvo para reclamar su derecho de preparar a Camus para su eterno descanso.

 Desde su sitio podía ver como aquella deidad blandía a Niké en un movimiento suave,  para culminar el ritual y con este, reconocer la valiente lucha de Saga, Shura, Camus, DeathMask y Afrodita. Se inclinó luego hacia los féretros y en ellos vertió de un jarrón con grabados alusivos a los héroes de Atenas, un bálsamo perfumado. Luego, tras unos instantes de respetuoso silencio, y al descender la temperatura de los alrededores a causa de lo avanzado de la noche, Atenea se retiró de ahí.

Aún pasaron unos pocos instantes para que Aioria cerrara fuertemente sus ojos y sus puños, diera media vuelta y se marchase sin más, a grandes zancadas. Aldebarán hizo lo propio quizá para intentar apaciguar el dolor del leonino.  Shaka hizo un sereno ademán y una oración sánscrita para luego retirarse de ahí, con paso suave y lento.  Mü todavía permaneció de pie ante los sepulcros, en silencio, para luego volverse en dirección al escorpión celeste, quien mantenía la vista en algún punto entre los féretros, con el rostro seco y el cuerpo inmóvil.

El Carnero decidió no hablarle ni buscar interrumpir su mutismo. Sabía que aquel paso, por doloroso que fuera, Milo debía darlo por si mismo. Se limitó a tocar el hombro derecho de su compañero unos instantes, para luego seguir su andar.

Ahora Milo se  encontraba solo, delante de los sepulcros de sus compañeros. Pero solo tenía la vista fija en el que contenía el cuerpo de Camus.  El clima seguía haciéndose más frío en los alrededores y la brisa se había serenado del todo. Las antorchas permanecían encendidas a los lados del mausoleo siendo la única iluminación de los alrededores.

Sin embargo aún está muy lejos el día
en el que podamos volver a encontrarnos…


-… He cumplido la promesa que te hice.- Habló, por fin, con la voz amenazando con traicionar su efigie de guerrero inflexible, luego del mutismo que le había abstraído por espacio de casi 2 días.- Hyoga logró llegar al Séptimo Sentido. Es un digno Acuario… lo que esperabas que fuera. No puede haber muerte mas honrosa que esa, Camus: dejar tu legado en un alumno que siga fielmente tus pasos.  Debo reconocer tu valía como lo hice con él.


Muy lejos
muy lejos


No supo si fue parte de su imaginación, una broma ácida de los dioses o realmente el clima se había tornado lo suficientemente frío, pero pudo ver como un solitario copo de nieve descendía perezoso desde los cielos y se posaba en la superficie de mármol del féretro.

Y entonces, sabiéndose solo, su pantomima de fortaleza se derrumbó. Cayó arrodillado ante la urna que contenía a su compañero de armas, apoyada la frente morena en ella.  En un llanto amargo, lleno de culpa, por haberse permitido ser parte de una promesa que le había parecido absurda desde un principio e impotencia por no haber sido capaz de discernir lo que Camus realmente planeó con su propia muerte.

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